Hay otras tardes de Agosto, a la hora de la siesta, en que el calor, al desvanecer el mundo, desvanece con él tu tristeza.
Y en el sueño, las despedidas funden su aspereza con el alborozo de los encuentros.
Y el ácido de la soledad se alambica hasta convertirse en almíbar.
Hay un tiempo para el desconsuelo y otro tiempo para el gozo, pero siempre es tiempo para la libertad.
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